martes, 22 de marzo de 2011

Sentimiento y razón

A mediados del siglo XVIII, el empirista escocés David Hume resumió en cinco las cualidades que, según él, distinguían a quienes debían establecer las normas del gusto y de la belleza: la posesión de un gusto delicado, la práctica de un arte, la comparación frecuente entre obras diversas, la ausencia de prejuicios personales o ligados a las costumbres de una nación o de una época y la posesión de buen sentido. El filósofo británico sabía perfectamente que el gusto siempre es personal e intransferible, aunque no arbitrario. El gusto no es algo tan relativo como suele decirse: no es puro capricho personal, sino que responde a unas determinaciones externas; constituye una reacción emocional del individuo, pero ante determinados estímulos reales. Es por eso que se puede hablar de buen gusto, un tecnicismo estético introducido por pensadores españoles con el que se intentaba expresar la perfecta concordancia entre el sentimiento y la razón (La Voz de Asturias, 19 de enero de 2003).

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